Recorrido: 15,800 Km 09/02/2020
Fotografía: Curro. De izquierda a derecha y de arriba abajo: Antonio Montes, Jesús Hita, Angelines Hernández, Jandri, Ángel García, Luis Miguel, Jesús García, Javier Castillo, Dani, Rosa Blanco, María Jesús Caño, Bárbara, María Ángeles Marqueta, María Buendía, Ángel Velasco, Jesús García, Helena con” Coco”, Jesús Toloba, Mari Carmen Camacho, Teresa Fernández, Jesús León, Rosa Lazareno con” Mojito”, Galo, Belén Hernández, Eugenio Hernández, Ruth con “Kira y Turrón”, Akram, Gema Marcos, Rafael y Jesús Mari.
Jesús Mari y un servidor, llevábamos tiempo preparando una ruta por Valdelaguna para galantear a dos de las Cabezas montaraces más elevadas de esa localidad: la Cabeza de la Porra y la Cabeza Bermeja. Rafael nos había comentado a principios de semana la posibilidad de formalizarla y aceptamos gustosamente el envite.
Así pues, citamos al grupo en el lugar de costumbre para desplazarnos en coches a Valdelaguna donde empezaríamos a pie la marcha anunciada por las hegemonías valdelaguneras.
A la hora fijada, treinta y un participantes emprendimos el recorrido por la carretera M-315 en dirección Morata de Tajuña, accediendo por su derecha, una vez pasado el puente de la carretera de circunvalación, al camino tradicional de la Ruta de las Fuentes, en busca de dos de sus montículos más altos, conocidos entre los lugareños como las Cabezas citadas
La mañana cumplía los pronósticos meteorológicos y el febrerillo cambiante hacía lo propio. La neblina espesa envolvía con su manto húmedo al grupo, haciendo notar su presencia en ese abrazo frío y pretendiendo participar enfáticamente en las peripecias de la marcha.
Una bajada fuerte nos conduciría a la Cañada de Valviejo, junto al paraje de Las Zallanas, dando vistas al Cerro del Hospital. Continuamos por el camino principal, dejándolo por una senda angosta que nos internó en lo profundo de la cañada de Valviejo, alineándonos de uno en uno, para franquear la espesura de los almendros, olivos, quejigos y romerales, hasta su confluencia con el Camino del Quejigar.
Teresa Fernández debutaba con el grupo, dándose a conocer como prima de Nicolás Sr. Su noviciado en estos ministerios se dejaba notar y pronto empezó a caer en zonas bajas con las exigencias de los primeros repechos. Voluntad le sobraba y prometió en varios puntos del recorrido ponerse en forma para futuras actuaciones.
Efectuamos un pequeño parón a la altura del antiguo tramo del ferrocarril de Morata de Tajuña a Colmenar de Oreja y una vez agrupados, relacionamos con el Camino de Perales de Tajuña, en dirección al Cruce de los Relojes, eludiendo por la derecha la Cabeza de Valviejo, otra de las elevaciones del entorno. También dejamos por la izquierda la viña de Migas a cuya semblanza siempre se refiere nuestro compañero Jesús Mari, cuando pasamos junto a ella. Llegados a la encrucijada de los relojes, tomamos el camino de la izquierda en clara progresión hacia las cercanías del Pico del Águila. El camino, salpicado de olivares, a uno y otro lado, se dejaba querer y el grupo marchaba a buen ritmo oteando circunstancialmente el paisaje que se advertía amplio. La niebla se había levantado y las poblaciones de Morata de Tajuña y Perales de Tajuña se podían vislumbrar a lo lejos en todo su esplendor. La extinguida vía del tren serpenteaba saltando y regateando por entre los vallejos, libre de sus raíles, para disfrutar conjuntamente con ciclistas y senderistas.
La Cabeza de la Porra con 752 metros de altitud, presenta en su entrante sur, una hendidura tremenda, ocasionada por la excavación de una cantera en la que se trabajaba la extracción de piedra caliza. Rafael relató una anécdota en una de las veces que fue con su padre a esa cantera. Cuando regresaron a su Valdelaguna natal, su padre se dio cuenta de que había perdido la cartera y al día siguiente volvieron a la explotación logrando encontrarla.
El collado, esperaba estoicamente la visita del grupo que abordaba su falda este por un camino sin salida, convergente en una casa arrumbada. Jesús Mari narró a la concurrencia que la vivienda pertenecía al tío Lucrecio y según los vecinos de Valdelaguna, traía desde en caballo a su querida para realizar menesteres incontables. Cada cual imaginó sus cosas y sin más detallar, Jesús Mari presentó la opción de descender la parte media de la montaña o volver por el camino anterior. El quorum del grupo dijo sí, decidiendo atrochar hacia la vía por entre medio de las carrascas, aulagas y tomillares, hasta llegar a una pequeña vaguada que confluía en un vado de la vía. Decidí prestar a Teresa un bastón para que pudiera manejarse entre el intrincado itinerario, circunstancia que aprovechó para llevarlo hasta la terminación de la ruta. El atajo no produjo ningún problema físico y yo creo, junto a Jesús Mari, que les gustó, por las caras sonrientes que mostraban según alcanzaban el camino de la vía.
Organizados en el camino del ferrocarril nos dirigimos en sentido Chinchón hasta tropezar con una especie de cueva en un talud del margen izquierdo en la que la mayoría del grupo examinó, preguntando al mismo tiempo que fin se perseguía con esa oquedad. Parece ser que se abrieron varias cuevas a lo largo del trazado en la que se guardaban herramientas y otros utensilios menores, sirviendo a veces para pernoctar.
La cueva en cuestión constaba de dos habitáculos comunicados y en uno de ellos se observaba una especie de chimenea que servía de respiradero. Cuentan que uno de los trabajadores se tiró al tren en un momento de enajenación.
Dejamos la transitada vía por la derecha, eligiendo otro camino menor, por cuyo transcurso. descubríamos la Fuente Blanco, otra de las muchas que desafortunadamente van secándose sin posibilidad de recuperación.
La cuestecilla se remataba en los aledaños de la carretera de Morata de Tajuña y en una pequeña explanada hicimos la parada reglamentaria de avituallamiento y necesidades perentorias.
Nutridos y aligerados, asaltamos por segunda vez, la carretera M-315 en dirección Valdelaguna, caminando por ella 1 km y desviándonos por la derecha al camino propio de la subida a la Cabeza Bermeja, segundo punto propuesto en la ruta de hoy. El camino tenía picante; las piernas pesaban en algunos de los senderistas menos entrenados y de vez en cuando se hacía una parada para recuperar aire. Ayudaba para ello, las fantásticas extensiones que se contemplaban del Valle del Tajuña, la vistosidad de algunos almendros tempraneros y los ánimos constantes de los andarines.
El topónimo de bermejo, deriva de rubio o rojizo y quizás la Cabeza Bermeja fuera apodada de esa forma, por el color que reflejan los rayos de sol en las tierras arcillosas que lo conforman. El altozano, presenta una elevación de 763 msnm limitando su perfil oeste con el término de Chinchón. Un pequeño descanso en un falso llano sirvió para continuar disfrutando del paisaje. Enseguida, se atajó hacia un pinar cercano para recuperar el camino que traíamos, rodeando a la Cañada de Morata, cuyas vecindades presentaban minifundios de olivar y viña.
Más adelante, relacionamos con el Camino de Don Rubio hacia la Cañada del mismo nombre, transportándonos por tercera vez, a la carretera de Morata, junto a un espacio abierto entre encinas en el que restituimos líquido elemento. Anduvimos un tramo de carretera, dejándola por la derecha para enlazar con otro trecho del camino de la vía del tren.
Después de pasar por el paraje de los Atochaderos, viramos a la izquierda para entrar al espacio recreativo de Valviejo, cuya fuente conserva todavía, un pequeño caudal de agua que canaliza a una balsa de tipo estanque, dando vida a una pequeña colonia de sapos parteros y otros anfibios. El grupo entró en silencio calmo, tratando de no incomodar a la colonia de sapos que ejercitaban su labor multiplicadora para el sostenimiento de la especie.
Cumplíamos el horario previsto y todo el mundo disparaba sus teléfonos móviles intentando conseguir las mejores exposiciones del lance amoroso.
Continuamos la marcha y por cuarta vez, irrumpimos en la carretera de Morata de Tajuña que ya no la abandonaríamos hasta que comparecimos en el aparcamiento donde teníamos los vehículos.
Antes de cerrar la crónica, tengo que romper una lanza en favor de un ejemplar de olivo que está junto a la carretera casi llegando a Valdelaguna. Se trata de un espécimen calculado en algo más de 400 años, conocido por la Oliva Grande y que merece atención del Ayuntamiento de esa localidad. Su porte, edad, tamaño y situación son suficientes cualidades para entrar en el listado de Árboles Singulares de la Comunidad de Madrid.
Felicidades a todos los componentes del grupo por su generosidad en la ruta y mención especial para la debutante de hoy Teresa Fernández que solicitó la pronta incorporación al mismo.