
Todos estaremos de acuerdo en que España arrastraba una gran deuda ya de antes de que este asesino, llamado Covid19, nos visitara, y que ésta ha ido en aumento por culpa del mismo.
De esta situación de crisis económica cualquier mente, sin ser privilegiada, puede interpretar que de alguna forma tendremos que pagarla, y mientras no se invente otra cosa tendrá que ser vía impuestos.
Lo que ya no se entiende es que Europa sea tan exigente con el tema de la recaudación y no ponga condiciones al gasto. Para aclararnos, cómo se puede entender en un país con el déficit de España, que su gobierno casi duplique el número de vicepresidentes, ministros, secretarios de estado… ¡Con el diluvio de millones que cuesta la creación de un solo ministerio! Os imagináis un vecino del que sabemos tiene estrecheces económicas que de buenas a primeras se compre un mercedes, contrate un jardinero, una asistenta de hogar…, y a renglón seguido nos venga a pedir dinero prestado. Vamos: “La cara de las muñecas de Famosa se queda corta”
Intentar salir de la ruina solamente con medidas recaudatorias tendrá un efecto contrario al deseado, pues se crearán nuevas necesidades y se enturbiará aún más el futuro.
Sobre alguno de los impuestos que se vislumbran nos viene al pelo el dicho: “Nunca digas de esta agua no beberé”. Es curioso que los que se manifestaban para que se eliminasen los peajes de las autopistas ahora nos quieran cobrar por usar hasta las que ya eran gratis. Esto me recuerda el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN.
Y ahora muy en serio, no he leído todo el informe sobre “el país de las maravillas en la España de los 50”, pero espero que a los asesores de nuestro presidente no se les haya olvidado el predecir las ligas que va a ganar el Real Madrid. Y digo esto para que aprovechando las obras del Bernabeu, se haga hueco a los trofeos. Estoy seguro de que si en la antigua Grecia algún político se hubiese atrevido a semejante osadía, Aristóteles hubiese cambiado la definición de Demagogia, y en lugar de escribir: “Degeneración de la democracia”, hubiese escrito “Cuento de la “lechera” a 30 años vista”. Cómo anécdota, ¿Quién sabe si en el 2050 se comerá carne de vaca, de saltamontes, de canguro o artificial? Jugar a vender futuro es jugar con ventaja; cuando llegue, siempre habrá a quién echar la culpa si la realidad no se parece a lo predicho.
A este grupo de asesores, y a la infinidad de políticos de nuestra esfera solo recordarles lo que creo dijo un periodista argentino: “Déjense de demagogia y empiecen a resolver los problemas de la gente”; los de hoy, claro.